El objetivo de este proceso de escaneo 3D, realizado por técnicos especializados, con autorización del Ministerio de Cultura, es crear réplicas físicas y digitales, que quedarán expuestas en el Museo Arqueológico 'La Soledad', y facilitarán los trabajos de estudio y divulgación
Estas dos piezas destacadas del patrimonio arqueológico español, halladas en el municipio de Caravaca, forman parte de la colección permanente del Museo Arqueológico Nacional de Madrid
26/05/2025. El Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz, tras la petición cursada al Ministerio de Cultura, ha podido llevar a cabo un proceso de digitalización, mediante escaneo 3D, del 'Centauro de Los Royos' y la 'Diadema de La Encarnación'. Ambas piezas, halladas en el término municipal de Caravaca, forman parte desde hace un siglo de la colección permanente el Museo Arqueológico Nacional (MAN) con sede en Madrid.
El Consistorio creará así clones o réplicas exactas, tanto en digital como en formato físico, con el fin de exhibirlas en el Museo Arqueológico Municipal 'La Soledad' y facilitar los trabajos de conservación, estudio y divulgación.
Según ha avanzado el concejal de Turismo, José Santiago Villa, "actualmente está en desarrollo un proyecto para renovar el espacio dedicado a la Arqueología de la Red Municipal de Museos, ubicado en la antigua iglesia de La Soledad. La finalidad es mejorar la conservación y salvaguarda del rico y variado patrimonio arqueológico caravaqueño y mostrarlo al público de una forma más actualizada, atractiva y accesible".
"Entre las novedades que quedarán recogidas en este proyecto se encuentra la introducción de las réplicas de estas célebres piezas, quedando expuestas para que tanto los propios caravaqueños como los turistas puedan conocerlas al detalle y con total precisión", ha avanzado el concejal de Turismo.
Por su parte, el conservador jefe del Departamento de Prehistoria Museo Arqueológico Nacional, Eduardo Galán, ha explicado que la diadema de Caravaca ingresó en el museo hace 100 años y es una de las piezas icónicas de la institución. Galán ha manifestado la excepcionalidad de la diadema por ser realizada en oro y que correspondería a una mujer del más alto rango social dentro de la cultura argárica.
Los trabajos de digitalización se han llevado a cabo por parte de técnicos especialistas en una sala del Museo Arqueológico Nacional especialmente habilitada por los conservadores de este espacio estatal para el tratamiento de las piezas. Para ello, se han empleado equipos de escaneo 3D, que van a permitir la obtención de un clon digital a escala real. De este modo, se dispondrá de réplicas tridimensionales que facilitarán la documentación, estudio y conservación. Esta tecnología facilitará, asimismo, la creación de réplicas físicas mediante impresión 3D, el prototipado para análisis arqueológico o exposiciones temporales, la creación de aplicaciones de realidad aumentada y virtual para visualizar los modelos a escala real desde dispositivos móviles o gafas VR.
El Centauro de Los Royos
El Centauro de Los Royos es una escultura ibérica de bronce, de la primera mitad del siglo VI a.C., procedente de Grecia. Decoraba algún utensilio de lujo y pudo servir como regalo al príncipe o aristócrata ibero que controlaba el territorio. Su aparición en el término municipal de Caravaca señala la ruta de comercio desde Levante hacia el interior de Andalucía. La pieza es también un importante testimonio de las relaciones comerciales que existieron entre el pueblo íbero y el griego durante la Antigüedad.
En el siglo VI a.C. los íberos estaban asentados en el sur de la Península Ibérica y en la zona de lo que actualmente se corresponde con el término municipal de Caravaca de la Cruz. En concreto, el área de Los Royos era un lugar propicio para que este grupo se estableciese allí en pequeñas explotaciones agropecuarias, ya que existían numerosos nacimientos de agua y esto beneficiaba a la agricultura y a la ganadería.
Esta pieza importada de Grecia, representa un centauro griego con cabellera y barba largas. La parte anterior es humana y la posterior animal. Con la mano derecha se golpea el lomo y en la izquierda llevaba originariamente unas ramas a modo de armas. La figura sintetiza la persecución y huida de los centauros acosados por Heracles. Destaca su barba de corte báquico, mientras que su cabello da sensación de movimiento y en su rostro se aprecia una pequeña sonrisa, algo curioso por el carácter más bien huraño que suelen tener los centauros en sus representaciones.
El Centauro de Los Royos ha sido estudiado minuciosamente por diferentes arqueólogos desde que a finales del pasado siglo (concretamente en 1897) el erudito lorquino Eulogio Saavedra y Pérez de Meca ponerlo a disposición del Museo Arqueológico Nacional.
La Diadema de La Encarnación
La localización de la Diadema de La Encarnación se atribuye al yacimiento Plaza de Armas y data del 1700-1500 a.C. Procedente muy probablemente de un enterramiento, es una pieza considerada única en el mundo por ser de oro, ya que todas las diademas encontradas en las tumbas de los poblados metalúrgicos de la cultura del Argar son de plata, aunque tengan una forma similar. Es por esta razón que los arqueólogos han interpretado que fue un objeto de lujo, propiedad de una mujer como símbolo de ostentación de su poder y prestigio social.
Las joyas con las que se adornaron y enterraron tanto los hombres como las mujeres importantes de la comunidad argárica eran elementos que permitían visualizar simbólicamente las diferencias sociales propias de estas sociedades organizadas jerárquicamente. El poder de la élite social se fundamentó en el control de la producción agrícola y metalúrgica, del comercio a larga distancia y de la defensa de la población.
La pieza fue encontrada por un trabajador del campo en dentro de la finca de Blas Marsilla Melgares. Este señor le dio la diadema a su cuñado, Amancio Marín de Cuenca, quien hace ahora cien años, en 1925, decidió ingresarla en el Museo Arqueológico Nacional.
Por último, hay que resaltar que la cultura argárica se desarrolló en lo que hoy denominamos Región de Murcia a lo largo del III y II milenio a.C. (años 2.200-1.400 a.C. aproximadamente). Este pueblo se caracterizó por enterrar a sus muertos dentro de los núcleos de población, debajo de las viviendas o al lado de ellas. Se dedicaron a la agricultura, a la ganadería, a la metalurgia y a la orfebrería, destacando en este último campo con sus vasijas de barro y con la Diadema caravaqueña.